En Barcelona todavía son muy pocas las calles que llevan nombre de mujer. Si miramos el conjunto —más de 4.700 espacios entre calles, plazas, avenidas y jardines—, apenas unos 390 están dedicados a mujeres. Eso significa que no llegan ni al 10 %, mientras que la gran mayoría recuerdan a hombres.

No es casualidad. Durante siglos, los hombres han ocupado casi todos los espacios de poder, de cultura, de política o de ciencia. Y el callejero, que al fin y al cabo funciona como una especie de memoria colectiva de la ciudad, lo que ha hecho es perpetuar esa mirada incompleta de la historia, donde las mujeres apenas aparecen.

No era suficiente con hablar de un simple porcentaje, porque los números por sí solos suelen pasar desapercibidos. El verdadero objetivo era transformar esa estadística en una experiencia que llamara la atención para invitar a la reflexión y que lograra despertar una conexión emocional.

El primer paso fue dar vida al pódcast de Womanthon Conversaciones con Altura, conducido por Núria Soler y Carlota Fábregas. Lo pensamos como parte de la estrategia anual de la marca, y arrancamos con una idea que invitaba a reflexionar: “Solo el 8,3% de las calles de Barcelona llevan nombre de mujer”. Ese dato nos permitió abrir conversación, generar debate y enlazarlo de forma natural con la campaña offline “¿A qué mujer le pondrías una calle?”.

Tras la primera oleada con el pódcast y la conversación que generó, dimos paso al segundo movimiento: conseguir que diez mujeres tuvieran “su propia calle”. Como aún no contamos con la vía legal para hacerlo oficial, buscamos una alternativa creativa y simbólica. Diseñamos y personalizamos pasteles que recreaban una placa con su nombre. Junto a cada uno, entregamos una explicación de la campaña (el porqué de esta acción) y una carta personalizada que expresaba las razones por las que elegimos a cada mujer.